Cuando escribo, es como si viera una parte de mí en un espejo, una distinta a la que se ve en los otros espejos. Releer un texto es como esas miradas de reojo en los escaparates de cristal cuando sales a la calle. No soy toda yo, por supuesto, no deja de ser un reflejo. No es exactamente lo que iba a escribir, como debería sonar, lo que quería que expresara, lo que había planeado, lo que me gusta leer. Pero es una parte de mí, y eso no lo puedo evitar. Imperfecto como la vida misma. Como yo misma.
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